Presentación del Libro La Laguna de los Sueños, 2021
Es frecuente oír hablar de Salinas. Si los temas que se trata son, entre otros, desarrollo comunitario, economía solidaria, generación de puestos de trabajo, agregación de valor a los productos del campo y cultura ecológica, ya se sabe que no se trata del Salinas turístico de la Costa, sino del Salinas de la provincia de Bolívar, que presenta un proceso de crecimiento humano, social, organizativo, educativo, ambiental, y económico digno de ser conocido y apreciado.
El padre Antonio Polo, párroco de Salinas desde 1971, hace 15 años escribió sobre su vida y trabajo en Salinas en el libro La puerta abierta: una mezcla de historia personal y local, de reflexiones, propuestas y retos. El padre Antonio está convencido de que lo que ha sucedido en Salinas puede inspirar procesos de desarrollo equitativo y sostenible en otras áreas y comunidades rurales del Ecuador y América Latina. Está también convencido que las cosas bellas y buenas hay que comunicarlas. Por esta razón ahora nos presenta La laguna de los sueños: sueños que ya son realidad y sueños por construir comunitariamente con el trabajo de todos los días… pensando, sudando, amando, uniendo a las personas y a las comunidades. Es el camino de Salinas, que se ubica como un signo de esperanza y confianza para Ecuador.
América Latina es un continente rico. En América Latina, Ecuador es un país privilegiado por su clima, su biodiversidad, la riqueza de su suelo y subsuelo, la abundancia de peces en el océano, las bellezas naturales y artísticas y, sobre todo, el carácter cordial, positivo y emprendedor de su gente. Sin embargo, en Ecuador casi el 40% de los habitantes viven en la pobreza (menos de 2,75 dólares diarios por persona) o en la indigencia (menos de 1,25 dólares).
¿A que se debe esta situación? Hay muchas explicaciones históricas, económicas, culturales, sociales, medioambientales y antropológicos. Se habla de la liberación de España (1822), que solo cambio a los amos, sin cambiar el sistema de dominación y explotación. Hoy hablamos de las injustas relaciones comerciales entre el Norte y el Sur del mundo, destinado por la geopolítica mundial a ser productor de materias primas y productos agrícolas sin valor agregado. Se sigue hablando del predominio de una política que tiende a concentrar la riqueza, el conocimiento y el poder, en lugar de distribuirlos más equitativamente según los méritos y el esfuerzo de cada uno. Se debería hablar más también de racismo, corrupción y mediocridad.
En América Latina hay demostraciones de cambios posibles, pacíficos, equitativos y sostenibles. Salinas de Guaranda es un pueblo de los Andes del Ecuador. El centro está a una altitud de 3550 msnm y 33 pequeños caseríos se distribuyen entre los 4200 y los 800 msnm, en una distancia de 60 kilómetros. ¿Qué tiene que decir Salinas a las muchas personas y grupos que la visitan? Demuestra que, incluso partiendo de las situaciones mas difíciles, se puede superar la pobreza extrema.
A principios de los años 70 Salinas era un pequeño pueblo formado por chozas. La mayoría de la población era mestiza. Alrededor del pueblo, los indígenas vivían en zonas aisladas, a una distancia de 8 a 10 horas a pie. No había carreteras, el agua se sacaba de los arroyos y mucho menos luz eléctrica, teléfono, alcantarillado, dispensario médico u otros servicios.
La población del centro del pueblo y sus alrededores era explotada por una familia de terratenientes, que pagaba a un jornalero 5 sucres por una jornada completa de trabajo (20 centavos de dólar al cambio de la época). En estas condiciones, muchos niños (alrededor del 40%) morían antes de cumplir los cinco años. Solo había una escuela primaria en Salinas y otra en Chazojuan, a 8 horas de caminata, en la zona subtropical; por ello, el analfabetismo también era elevado. Los jóvenes buscaban soluciones emigrando a la costa del Pacifico, donde encontraban trabajo en las plantaciones de café, cacao, plátano, caña de azúcar…
Así soporto el pueblo a la pobreza, la explotación, el aislamiento y el frio, pero bastó un pequeño empujón para cambiar sus condiciones a algo mejor. El impulso vino del obispo de la diocesis local, la de Guaranda, monseñor Cándido Rada, que convoco a los voluntarios italianos de la Operación Mato Grosso, acompañados por los salesianos, para trabajar en la zona norte de la provincia Bolívar: primero Simiatug (1970), luego Salinas (1971), después Facundo Vela (1973) y luego Chazojuan, Cuatro Esquinas, Atandahua. Trabajar “con” el pueblo significa ponerse en igualdad de condiciones, esforzarse, sudar, acompañar, escuchar y eliminar los complejos de superioridad e inferioridad.
En Salinas, sobre esta base, nació una fuerza capaz de transformar la realidad. Los dos proyectos iniciales (la casa comunal y el agua entubada) demostraron que los pobres daban mas de lo que recibían: trabajo gratuito (la minga andina) para obras que no requerían mano de obra especializada, materiales disponibles en el lugar de la construcción (arena, ripio, piedras, madera) comida para los albañiles, comida también para los voluntarios, ideas, sentimientos, emociones, música, calor…
Codo a codo, en el trabajo, en las alegrías y en las penas, se construyo la confianza mutua. Los terratenientes empezaron a perder la mano de obra semi – esclava de la que disponían. Para que les quedara alguien tuvieron que multiplicar cuatro veces los salarios de los jornaleros. Los jóvenes emigrantes comenzaron a regresar porque descubrieron que la Salinas, que consideraban pobre, era en realidad rica de posibilidades.
En 1972 nació la primera cooperativa, una cooperativa de ahorro y crédito. El aumento de la autoestima pudo superar los malos recuerdos de una cooperativa similar nacida diez años antes y que fracasó casi de inmediato debido a una mala administración. La cooperativa nació porque las dos primeras obras realizadas con la colaboración de los voluntarios (la casa comunal y el agua) prestaban un buen servicio (sobre todo el agua a domicilio hacía menos pesada la vida de las mujeres), pero no resolvían los problemas estructurales de pobreza y explotación. La pobreza es superada por quienes producen mas de lo que consumen. La tierra estaba allí. Con pequeños prestamos de la cooperativa, las familias empezaron a comprar animales y pronto se dieron cuenta de que la leche producida en un día por una vaca valía mas que los 20 centavos que pagaban los terratenientes. Poco a poco empezó a funcionar una economía que permitía devolver a tiempo los prestamos recibidos (evitando así a los usureros), cuidar a los niños (reduciendo la mortalidad infantil) y enviar a los hijos a la escuela (no solo a la primaria, sino también a la secundaria e incluso a la universidad).
Otro paso fue dar valor añadido a la producción. Con la leche para hacer queso y mantequilla, con la fruta para hacer mermelada, con el cacao para hacer chocolate, con el trigo para hacer harina y balanceados, con la carne para hacer embutidos, con la miel para hacer turrón, con la madera para hacer vigas, tablas y muebles, con las hierbas medicinales y aromáticas para hacer infusiones y aceites esenciales. ¡Tantos puestos de trabajo para los jóvenes y las mujeres!
Se podría pensar que es fácil hacer estas cosas: solo hay que tener el capital y la técnica. En Salinas hay algo más: estas cosas se hacen en pequeñas y medianas empresas sociales que no tienen dueños, que son de toda la comunidad, que no reparten beneficios, sino que los reinvierten para el bien común. La gente de Salinas ha aprendido a cerrar el circulo virtuoso de la producción con la comercialización comunitaria: una serie de tiendas en varias ciudades de Ecuador donde se venden productos de calidad, junto con ideas y testimonios de equidad, solidaridad y sostenibilidad.
A Salinas ha llegado la carretera asfaltada, la electricidad, el agua potable, el alcantarillado, las telecomunicaciones, las escuelas y las capillas, las casas nuevas, la reforestación, etc. En todos los recintos. Han sido décadas de trabajo acertadamente transcrito en este libro, poniendo atención a los “ojos de gato” y a la maravilla del colibrí.
¿Por qué se ha podido hacer tanto, dando a Ecuador y a América Latina la demostración de que es posible vencer la pobreza, de que es posible cambiar? Hay muchas respuestas y todas giran en torno al trabajo, la educación, la organización popular, la formación profesional y la aplicación constante de inteligencia, sudor, amor y honestidad. Parece fácil decirlo, pero es más difícil hacerlo. En Salinas esto fue posible por tres razones principales:
La primera es el encuentro positivo y constructivo, basado en la confianza, entre la población local y los voluntarios llegados de Italia (Operazione Mato Grosso, MLAL y Gruppone) y de otras partes del mundo. Cada uno tenia su papel. Los conocimientos ancestrales del pueblo se fusionaron – no sin pequeños conflictos – con propuestas técnicas y sociales ya experimentadas en otras latitudes. El resultado fue un “mestizaje” que une dos riquezas.
La segunda es que, en Salinas, a lo largo de 50 años, se han desarrollado un proceso hecho de certezas y dudas, de éxitos y fracasos, de muchos pasos hacia adelante junto con algunos pasos hacia atrás, de búsquedas y extravíos, de alegrías y también de dolores. Se han hecho muchos proyectos pequeños y medianos sin perder nunca de vista el objetivo final: el bien común, la felicidad y la paz. Al proceso de Salinas han contribuido entidades ecuatorianas como el FEPP y la Pastoral Social de Guaranda, entre otras organizaciones de cooperación internacional.
La tercera es que el proceso de Salinas ha sido promovido y acompañado desde 1971 hasta ahora por un dedicado sacerdote salesiano veneciano: el misionero padre Antonio Polo. Un hombre con las puertas de su corazón, de su mente y de su casa siembre abiertas. Tiene una habilidad increíble para utilizar los recursos de cada comunidad (incluso de los escasos a 4200 msnm), para resolver los problemas locales. Dice que no hay ningún rincón del mundo donde Dios no haya puesto los recursos necesarios para que la gente pueda vivir con dignidad. La presencia de un sacerdote como él en Salinas habla de un proceso de desarrollo no solo económico, sino también espiritual y moral.
¿Así que todo va bien en Salinas? Ciertamente hay y se han hecho muchas cosas buenas, pero también hay limites y dificultades, a pesar del tiempo transcurrido. Hay que pasar de hacer las cosas bien, técnica y administrativamente, (y esto no siempre se logra) a hacer las cosas bien “culturalmente”, como fruto de la interiorización de valores y conocimientos. Hacerlo todo bien debe convertirse en algo espontaneo, sin necesidad de manuales ni controles. La belleza y la bondad de las cosas que se producen y de los servicios que se prestan son un reflejo de las personas que los hacen. La calidad no debe ser una exigencia del mercado, sino de la vida.
La cuestión de la equidad sigue estando siempre presente. El desarrollo alcanzado por la mayoría de las familias que viven en el centro mestizo de Salinas es mayor que el de las familias que viven en las comunidades indígenas. Pero incluso entre las comunidades indígenas, que han recibido iguales propuestas de acción, los avances logrados están en gran medida vinculados al esfuerzo realizado y al compromiso de los lideres y las familias locales, aunque siempre hay algunas que se quedan atrás y representan una tarea pendiente.
En Salinas hay un grupo juvenil, cuyos miembros eran jóvenes hace 40 años. Para que haya equidad generacional es necesario empezar siempre de nuevo, siguiendo el ritmo de la vida que s reproduce constantemente. También es necesario abordar de forma más decidida la cuestión de la dominación de los hombres sobre las mujeres. Se ha avanzado promoviendo actividades que generen ingresos propios para las mujeres (empleos, recogida y entrega de hongos y hierbas aromáticas, confección de sacos de lana, etc.). Las casas nuevas y el agua corriente hacen menos difícil la vida de las mujeres, pero aun queda mucho por trabajar para que el machismo dé paso a una relación que reconozca la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, y para que toda conciencia humana valore la maternidad y el cuidado de la vida, propios de las mujeres.
La historia reciente de Salinas demuestra que la pobreza material puede superarse con esfuerzo, creatividad y perseverancia. Sin embargo, llegados a este punto se evidencian otras formas de pobreza que son dolorosas y limitantes. Se trata de la pobreza espiritual (¿Qué hay mas allá de nuestra materia?, ¿está el Señor?). Hay que superar la pobreza moral (querer el bien y saber distinguirlo del mal), la pobreza cultural (alimentarse de los valores propios y compartidos de la comunidad, en lugar de las modas televisivas), la pobreza afectiva (amar, dejarse amar y mantener a la familia unida), entre otras. La superación de estas formas de pobreza requiere el crecimiento integral de las personas: no solo el hacer, el poseer, el ganar, sino también el ser personas buenas capaces de formar familias sanas, unidas y felices, como base de comunidades que construyen el bien común. Invertir en humanidad, en Salinas como en otras partes del Ecuador y del mundo, es una prioridad para quienes piensan y sueñan que el objetivo final del desarrollo es quererse más, ser felices y vivir en paz.
Todo eso sigue representando un reto y un desafío para el corazón profundamente evangélico del padre Antonio Polo, quien a pesar de su ya avanzada edad y de sus precarias condiciones de salud, sigue regalando su vida a la causa de los pobres y proyectando, con la misma ilusión y mística de los años juveniles, un futuro para los 50 años que están por venir…
En Salinas pensamos en el futuro valorando el pasado “Salinas Yuyai”, “la memoria de Salinas”, una de las ultimas iniciativas de padre Antonio, es un centro de documentación. Personas, lugares, situaciones, relaciones, obras, cambios, etc., que han hecho que Salinas sea digna de ser observada por los visitantes (especialmente campesinos), por quienes quisieran reproducir algo de lo bueno de Salinas en sus propias comunidades, por los estudiosos de la realidad social que tratan de interpretar y ayudar a reproducir el “fenómeno Salinas”; que no es un fenómeno, porque tiene profundas justificaciones: inteligencia, sudor, amor y honestidad de la población indígena y mestiza, así como de aquellas personas que, sin haber nacido en Salinas, han querido y sabido pensar, sudar, amar y ser honestos por fidelidad a la elección del bien propio y ajeno.
Un papel fundamental en el futuro de Salinas lo tendrá la unidad de la gente, la fuerza de las organizaciones que se han creado, el cuidado de la calidad de los productos, la voluntad de seguir siendo una escuela de puertas abiertas para quienes quieran servir mejor a sus comunidades, la pasión por la ecología y el medio ambiente, la atención a los que se quedan atrás (a los que son pobres en recursos materiales y mentales)… estos aspectos determinaran el futuro de Salinas.
El padre Antonio sueña con quienes visiten Salinas descubran – sin muchos sermones – que hay un “actor oculto”, ese Señor Jesús que nos ama y nos invita a amar, y que el espíritu salesiano hecho de optimismo, alegría, trabajo y predilección por los jóvenes que han ayudado a superar muchas dificultades y por eso hay que conservarlo.
¿Valió la pena trabajar 50 años en Salinas? Yo, que he seguido el proceso primero desde dentro y después desde fuera, digo que si sin ninguna duda. Porque el bien que se ve en Salinas es mucho mayor que el mal todavía presente, los problemas, las dificultades y las incertidumbres. Pero la respuesta mas verdadera es la que da la gente sobre algunas cuestiones fundamentales. ¿Se quiere mas la gente ahora o hace 50 años? ¿Son las personas de hoy mas felices que las de entonces? ¿Se ha construido una sociedad más pacifica o simplemente la mayor prosperidad ha eclipsado el conflicto?
“El verdadero desarrollo es para cada uno y para todos, el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas” (Populorum Progressio, 20). Hasta que no alcancemos nuestra plenitud en el encuentro con el Señor, siempre tendremos mucho que recorrer junto a los demás para lograr condiciones de vida más humanas, para nosotros y para todos, en Salinas, Ecuador y el resto del mundo.
Gracias padre Antonio por tu vida, por tu trabajo y por tu libro La Laguna de los Sueños, del cual aprenderemos que todo el Ecuador puede cambiar con justicia y en paz, como está sucediendo en Salinas.
Giuseppe Tonello
Quito, 16 de julio de 2021